Durante la mayor parte de la historia de la raza humana, un gran periodo de decenas de miles de años mucho mayor que los pocos miles de años de civilización, los seres humanos vivieron inmersos en la naturaleza, y dependieron de ella para su supervivencia. Fue en este contexto que la mente y el cuerpo del Homo Sapiens evolucionaron, creando la base del hombre moderno.
Elementos naturales como la
luz, la temperatura, el agua, el fuego, el viento, los animales, la vegetación,
entre otros, influyeron en el desarrollo evolutivo del ser humano. Para una
especie cazadora y recolectora como fue la raza humana en sus origenes, la
relación con dichos elementos era crítica. Los primeros seres humanos
necesitaban entenderlos e incorporarlos a sus vidas para poder sobrevivir. Esto
influenció la forma en que percibimos y respondemos al medio ambiente físico.
Por lo tanto, una estrecha
relación con los elementos de la naturaleza se encuentra arraigada en nuestros
origenes como especie, y, seguramente, codificada en nuestros genes.
En terminos generales podemos
definir la Biofilia como la necesidad humana de estar en contacto con la
naturaleza, derivada de la relación que con ella tuvimos en nuestros origenes
evolutivos.
El termino Biofilia lo
popularizó el biologo de la Universidad de Harvard Edward O. Wilson, PhD, en su
libro de 1984, Biophilia, donde la define como “la tendencia innata
a enfocarnos en la vida y los procesos naturales”, y agrega que
“explorar y relacionarse con la vida es un proceso profundo y complicado del
desarrollo mental. Hasta un punto todavía infravalorado en filosofía y religión, nuestra existencia depende de esta tendencia, nuestro
espíritu se teje a partir de él, y la esperanza se
eleva sobre sus corrientes”.
Por causa de la Biofília, el bienestar tanto físico como
mental de los seres humanos está relacionado con su contacto con la naturaleza.
Numerosos estudios demuestran como el contacto con elementos naturales favorece
la salud, el aprendizaje, la recuperación de una enfermedad, la productividad
laboral, entre otros muchos beneficios.
Pero, lamentablemente, existe una separación entre
nuestro entorno construido y nuestra necesidad de estar en contacto con la
naturaleza. En la gran mayoría de los casos la Arquitectura ha sido una barrera
entre el mundo natural y el ser humano, bajo la falsa premisa de que la
tecnología incorporada a los edificios puede satisfacer todas nuestras
necesidades. Además, a un costo medio ambiental considerable; sobreexplotación
de recursos naturales, consumos elevados de energía y degradación de hábitats
naturales.
Por su parte, el creciente movimiento de la arquitectura
sustentable solo se enfoca en evitar o disminuir el impacto que tienen las
construcciones sobre el medio ambiente físico, lo cual es necesario y
beneficioso, pero falla en disminuir o cerrar la separación mencionada
anteriormente entre la naturaleza y el hombre, privándolo así de los beneficios
que el mundo natural le trae.
Se necesita una arquitectura que diseñe y construya
pensando en la naturaleza en un sentido amplio, no solo en el impacto que el
edificio tendrá sobre el medio ambiente físico, también como este puede ayudar
a satisfacer la necesidad de las personas de estar en contacto con el mundo
natural, y así potenciar su bienestar y desarrollo tanto físico como emocional.
Se necesita incorporar la Biofília a la arquitectura.
Arq. Luis Bentancor
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